viernes, 13 de diciembre de 2019

REFLEJOS - Reflexiones

Yo no quiero ser historietista... pero no lo puedo evitar. Reflexionando un poco acerca del panorama actual, y permanente siendo sinceros, de la historieta en la Argentina, y analizando las verdaderas posibilidades de acuerdo a las circunstancias, si uno realmente quiere ser historietista en este país, tiene que estar mal de la cabeza. Hilando más fino podemos hacer la aclaración de que si uno lo que quiere alcanzar es la infinita meta de poder vivir de su arte, la cosa está medio complicada, digamos que es prácticamente imposible. No conozco a ningún dibujante que realmente viva de dibujar comics, o de escribirlos. Si bien no soy necesariamente el agente más activo en los círculos en los que se desenvuelven los artistas, no participo normalmente de convenciones y tampoco tengo una actividad muy significativa en las redes sociales, me he codeado con un buen número de realizadores, a los que veo tal vez más involucrados con la enseñanza, que no está mal si a alguien le gusta, y paseándose infinitamente en el circuito de convenciones, ferias del libro y demás yerbas. Y ciertamente no siento que eso sea lo mío. Yo soy docente, estudié y me formé para ello, pero no soy docente de arte, no enseño a dibujar historietas, no de momento al menos. Y siendo un dibujante de formación autodidacta, no termino de congeniar con la idea de que se pueda enseñar una disciplina que, al menos en mi caso, se manifiesta de una manera tan personal, tan emocional y visceral, tal vez se pueden indicar algunas bases, que aquél que tenga un verdadero interés puede de todas formas procurarse con un mínimo de investigación.
En otros años he trabajado en el circuito profesional, he dibujado historias escritas por alguien más, con mucho más talento de lo que yo pude plasmar con mi aporte. Y aún así, el éxito cosechado no fue menor, considerando el mercado del interior del país, y los métodos de distribución disponibles. Las ganancias no fueron para nada buenas, tal vez las negociaciones con determinados editores sea siempre un callejón sin salida, tal vez lo ofrecido es lo pretendible. Y la repercusión de dichos trabajos esté quizás más ligada a la temática de los mismos que a lo realizado.
Pero un buen día, hastiado de los eternos tiempos del mercado profesional y del bastardeo que las circunstancias imponen, decidí alejarme, digamos permanentemente del mismo, y si alguien se pregunta por qué, lo paso a explicar en mayor detalle.
El comic, la historieta en este país, representa una de las manifestaciones culturales más propias de nuestra sociedad, Argentina ha sido desde siempre una fuerza productora de material imparable, material siempre menospreciado, siempre ocupando un segundo lugar frente a los grandes del mercado internacional, quizá es por ello que en este país los artistas tienden a desarrollar historias con temáticas diferentes, aunque al fin y al cabo, aquellos que logran alcanzar el éxito, son aquellos que pueden migrar a Europa o Estados Unidos, haciendo lo que justamente los grandes del mercado hacen. Muchos se decantan por América y dibujar superhéroes, porque la paga es mejor, y la estabilidad y continuidad garantizan un porvenir provechoso y rentable, los que afirman o manifiestan una consciencia artística más significativa se dedican a las historias alternativas, con temáticas más variadas del mercado europeo, las aventuras, lo psicodélico y bohemio, lo poético y hasta lo erótico, las ganancias son menores, pero la demanda es mayor, y las críticas suelen ser más maduras, son historias tal vez mejor vistas o más valoradas por un público adulto.
Pero, ¿qué pasa en el país? Lo que sucede en el mercado interno es otro cantar, día a día surgen más y nuevos artistas creando cosas nuevas, o copiando métodos extranjeros si se quiere, que nada es original ni podría serlo, cada vez hay más gente creando, tal vez más artistas y obras que público para leerlas y valorarlas. Nuestra sociedad siempre hace un caso mínimo a las publicaciones nacionales, siempre vale más lo extranjero, como si algo hecho fuera del país fuera garantía de calidad, aún cuando los autores sean nacionales. Editoriales miles se erigen y caen esporádicamente, es una fuerza que se resiste a rendirse y desaparecer, cuyo combustible es siempre la pasión de los realizadores más que la rentabilidad del negocio. Con la llegada de las redes sociales, algunos métodos han cambiado, la distribución del arte en digital se manifiesta de otra manera, donde tal vez la rentabilidad económica se vea relevada a una esperanza a futuro, lo importante hoy en día es darse a conocer, y es entonces cuando uno pasa de ser artista y realizador, a ser también publicista y encargado de marketing, conlleva más trabajo y tiempo tratar de meter tus comics en cada red social, en cada sitio, en cada grupo, en cada pantalla que producir material de verdadera calidad.
Es al fin y al cabo otra arista del circuito independiente, cuando uno trabaja para una editorial, hay muchas personas involucradas en el éxito de una obra, hay gente encargándose de la distribución y de la publicidad. Como independiente es uno solo el que debe encargarse de todo. Y siempre está la incógnita dando vueltas, esa eterna incertidumbre, ¿Servirá de algo tanto esfuerzo? ¿Valdrá la pena? Trabajando para editoriales la respuesta nunca está muy lejos, si se vende va bien, si no se vende no. Pero ¿Qué pasa hoy en día cuando las historias no se venden sino que sencillamente se muestran? El internet nos fuerza a esta metodología, la dinámica de las redes sociales nos lleva a adoptar este proceso. Hoy todo es gratuito, y sabido es que aquello que no cuesta, no se valora. ¿Cuál es entonces la valoración que nos brinda el público? ¿Cómo se mide? ¿Por veces que lo hayan compartido? ¿Por likes? El público actual está acostumbrado y siempre espera todo gratis, fácil y rápido, ¿De qué manera devuelve? ¿De qué manera reconoce? Fácil, de ninguna, hoy te miran los "dibujitos" pero no leen. La valoración artística del "lector" promedio actual ha sufrido una terrible involución en madurez, y siempre sacan conclusiones de lo inmediato. Nadie se toma la molestia de leer y analizar. Es por eso que digo que yo no quiero ser historietista, pero lo hago porque no lo puedo evitar, porque para mí, personalmente, es terapéutico y saludable. Porque de esa manera siento que no ha caído en el desperdicio toda esta inclinación natural que siempre manifesté, porque toda la vida he escuchado a los allegados diciéndome que tengo que hacer esto, aunque sean esos mismos allegados los que jamás te leen. "Tendrías que hacer un comic" siempre me dijeron, pero nunca leyeron los comics que hice, nunca compraron uno de mis libros, o sea que el mensaje es "reconozco que tenés un talento, yo no lo voy a aprovechar porque no es lo mío, pero siendo que talento hay, a alguien le va a gustar" suposiciones, y así no es la cosa según mi entender.
Yo realizo comics por mí, por eso mis historias están disponibles de manera gratuita, y no porque planee de esa manera hacerme conocido, si llega llega, que más gente se interese por lo que produzco estaría muy bueno, pero no va a ser nunca mi combustible, no voy a dejar de hacerlo aunque nadie me siga.
La existencia de este sitio, sin ir más lejos, que está desde hace más de 10 años, pero sólo ha tenido mayor éxito desde su reestructuración a principios de 2019 y el relanzamiento de SOMBRAS, es clara muestra de a lo que uno puede aspirar en este medio, las visitas al mismo nunca fueron pocas, y habiendo publicado ya 5 números de SOMBRAS y 4 de BATALLA, sabiendo que, supuestamente mucha gente las ha leído, ¿Qué devolución he tenido? Prácticamente ninguna. ¿Cómo se mide? Con los comentarios, la manera de involucrarse que tienen los lectores hoy en día. Todos entran, todos leen, o al menos ven, pero nadie gasta un miserable caracter, ni un nanosegundo en verbalizar una opinión. Nadie manifiesta su interés. ¿Me enoja? No, entiendo, tal vez es demasiado pronto, tal ves la historia es aún muy reciente y aún nadie estará listo para manifestar opiniones o incertidumbres, tal vez de a poco van conociendo el producto, pero ¿Y si nunca llega la devolución? Ahí está el secreto, la constancia, cuando las cosas tardan en llegar o nunca llegan, cuando el éxito no se manifiesta, el realizador suele desanimarse y tomar otro camino. Yo fervientemente creo que el secreto es no desanimarse y seguir, aunque nadie lo lea, aunque nadie lo comente, aunque nadie lo "compre", las cosas tienen que llegar a madurar. El éxito inmediato no le llega a todo el mundo, y suele ser más circunstancial que talento. Seguir es el secreto, demostrar que la cosa sigue, es más fácil cuando uno lo hace para sí mismo, es más fácil cuando uno no planea hacerse rico dibujando.
Por eso lo digo, yo no quiero ser historietista, pero no lo puedo evitar. Yo no vivo y calculo que nunca viviré de hacer historietas, pero hacer historietas me ayuda a vivir, y es parte importantísima de mi forma de vida, desde siempre, mi objetivo jamás será otro que este, hacer mis historietas. No estoy condicionado por el público, ni por la sociedad, ni por las ventas. Y así es más liberador, más auténtico, así si quiero dibujar a un mimo reduciéndole la cabeza a mermelada a un tipo con un palo invisible lo puedo hacer, o si quiero realizar todo un número donde nada se explique y uno tenga que analizar lo que está sucediendo, si se la garchó por control mental, por plata o porque la mina quería, lo puedo hacer. SOMBRAS es mi manera de ser libre, de expresar con libertad, es mi manera de inventar algo nuevo, con métodos viejos, es mucho más de lo que se puede ver y con el tiempo será más evidente.
Yo no quiero ser historietista, pero lo soy, no reniego de ello, lo fui siempre y lo seguiré siendo hasta que me muera. No quiero ser historietista porque no me importan los títulos, yo lo que sí quiero es hacer historietas, no quiero ser historietista porque ése se muere de hambre si no lo compran, y yo no. Yo hago lo que hago porque es parte de ser yo, y no lo puedo evitar.
Y ahora, porque soy libre, y porque quiero...tetas.





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